Es religiosa filipense y Maestra Zen en la línea de transmisión de Harada, Yasutani y Yamada. Escuela Sanbo-Zen (Los tres tesoros: Budha Dharma y Sangha). Desde finales de los años 70 's ha llevado a cabo un trabajo de investigación y profundización de la cultura oriental, sobre todo del Budismo Zen, asistiendo periódicamente a cursos intensivos de meditación zen en España, Alemania y Japón. Ha sido discípula de Willigis Jäger Ko'un-Ken, y de Ana M. Schlüter Kiun-An, maestros de la Escuela zen Sanbo-Zen. Fue reconocida Maestra Zen Asistente en Kamakura (Japón) en el 1993, por Kubota Ji'un Roshi, y en 1998 por Ana M. Schlüter Kiun-An. En 2016 fue nombrada Maestra Zen del linaje Sanbo-Zen por YAMADA Ryoun Roshi, se le dá el nombre Jiku'an (Ermita del Vacío y de la Compasión). |
Zen: Camino de Libertad
La práctica del zazen ha contribuido a transmitir una cierta sabiduría del cuerpo. Está realmente influenciada por los caminos o “do” de todas las artes que se han desarrollado en esta misma cultura. Shaolin fue un monasterio muy influyente en China y allí comenzó la práctica del Zen con Bodhidharma. Estos do (caminos) incluyen el camino o ceremonia del té (chado), la caligrafía (shodo), la jardinería, los arreglos florales, el tiro con arco (kyudo), el kendo, el aikido y los demás caminos del arte en sus diferentes formas. Todos ellos, en origen, son artes, no deportes; son caminos por los que se transmite el espíritu del Zen y por los que, bien practicados, también se puede llegar a experimentar el kensho y el satori.
El kendo es un ejemplo concreto para mostrar de qué manera estos caminos hicieron accesible e incorporaron en su arte el espíritu del Zen. El practicante de kendo ha de alcanzar la perfección más grande: su espada nunca hará blanco en el adversario, sino siempre en sí mismo, pues el sentido básico del kendo no es otro que el de aniquilar al pequeño yo para permitir que el yo verdadero brote espléndido y se una con el todo. Se debe desechar toda búsqueda de ventajas o victoria personales y entregarse desinteresadamente al todo. La espada se parece a un koan gracias al cual se percibe la manifestación de la naturaleza búdica en todo. El que se vale de la espada en este sentido ya ha conseguido la victoria más importante, aquella sobre sí mismo. Pues la victoria verdadera no consiste en que el débil sea dominado por el más fuerte, sino en lograr que el enorme potencial de fuerza oculto en el cielo se manifieste, con lo cual el mal del adversario se deshace por sí mismo.
Takuwan dice:
“Este es el verdadero ‘rostro’ de la espada: aniquilar el yo humano egocéntrico y descubrir el yo verdadero. Aniquilar a los ladrones que merodean en los montes es asunto fácil. Pero en el camino de la espada el enemigo no está fuera, sino en el propio corazón. Una vez que se ha vencido al enemigo en el propio corazón, ya no hay enemigos fuera. A eso se llama victoria sin lucha.”
“El verdadero yo, que ya existía antes de que se separe el cielo de la tierra, antes de nacer padre y madre, ese yo que está en los pájaros, en los animales, plantas y en todas las cosas, ése es el yo que llamamos naturaleza búdica. Ese yo ya no tiene sombra ni forma. No sabe ni de nacimiento ni de muerte. El yo que ahora vemos con nuestros ojos no es ese yo. Pero el hombre que ha llegado a la iluminación si lo ve. De un hombre tal se dice que tiene la visión esencial y que ha llegado a ser un Buda.”
Animando a dedicar mayor celo y fervor, el monje dice:
“Los que avanzan por el camino (de la ley de Buda) se parecen a padres que han perdido a su hijo. No temen ningún esfuerzo y buscan la verdad con gran fe, de la mañana a la noche, durante diez y hasta veinte años, sin desfallecer jamás…, hasta que por fin son capaces de ver en su propia naturaleza al Buda.”
Ese es el único motivo, según Takuwan, por el que se afila la larga espada, pues afilar la espada significa afilar el espíritu.
El maestro continúa diciendo:
“El conocedor no mata al hombre que blande la espada, sino que le vivifica. Si hace falta matar, mata. Si hace falta vivificar, vivifica. Matar libremente, vivificar libremente.”
Es una metáfora que hace referencia a la relación con nuestro yo. Hemos de matar todo aquello que no nos deja ser nosotros mismos. Es importantísimo que así lo hagamos. No basta con una práctica confortable que nos mantenga siempre en el mismo nivel. Hemos de estar decididos a ver las trampas de nuestro pequeño yo y estar dispuestos a soltarlas, a dejar que se mueran, y a veces no es cuestión de lucha, pero si de una atención persistente y clara que nos libere de las ataduras. Por eso la atención es la espada que nos da vida.
En otro escrito el mismo maestro dice:
“Aunque solo se mire un momento nada más la espada desenvainada del adversario pensando cómo pararla, el corazón queda apegado a su espada y reacción o respuesta de uno se retrasa al punto que uno muere a manos del adversario. A eso se llama ‘detenerse’. En cambio, cuando uno ve la espada desenvainada del adversario, no se fija ni se detiene en ella, ni para pensar de qué manera la va a parar, sino que, apenas vista la espada levantada, sin pensar ni un momento ni permitir que el espíritu se apegue a ella, la arrebata de las manos del adversario y esa espada que le iba a matar, no le llegará a tocar siquiera.”
Es un texto maravilloso para describir la actitud de la atención aquí y ahora, sin rastro de apego, de ese apego a ganar, a quedar bien, a conseguir todo, que nos impide ver la verdad y actuar limpia y libremente.
Una regla básica del Zen es la de no detenerse. Para alcanzar la iluminación hay que estar libre, completamente libre en el interior, no apegado a nada, de manera que nada nos pueda turbar. Es más, si estamos en esta actitud abierta, libre y disponible, cualquier situación repercute en beneficio nuestro. Incluso cuando nos vemos en un gran apuro, en una situación conflictiva, en un callejón sin salida, es impresionante la capacidad creativa que emerge de esta actitud básica cultivada en el zazen. Esta capacidad también se la puede comparar con una piedra de la que se saca fuego, para dar a entender que entre la observación y la acción subsiguiente no debe haber vacilaciones. De una manera tan inmediata como salta la chispa de la piedra golpeada hacia el musgo seco, debe producirse la acción de fuego, de otra manera se desperdicia la chispa. Para actuar así, tan libre y espontáneamente, es preciso desarrollar esa conexión con el propio centro. En la práctica del Zen, por ejemplo, en la meditación con el koan, esta es la actitud que debemos mantener. No importa tanto que la respuesta esté bien como que el corazón esté libre de todo apego. Cuando esto ocurre, este estado de la mente corresponde al grado más alto de Zen.
Con respecto a la vida cotidiana, la práctica del Zen se dirige hacia adentro, al interior. Cultivar el corazón, entrenar la mente, llegar a ser paz, llegar a vivir en armonía con el propio corazón, con el centro de nuestro espíritu y llevar luego sus frutos hacia fuera, es la gran compasión, es la responsabilidad amorosa llevada a la práctica, conscientes de la interrelación e interdependencia entre todos los seres vivientes. Si no se produce ese efecto hacia el exterior, es porque el corazón está apegado a sentimientos egoístas.
Conferencias MagistralesCharlas/conferencias en las cuales se enfoca en temas del día a día que nos pueden llevar a nuestra práctica de Silencio, algunos temas impartidos en dichas conferencias son:
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Diálogo CreativoParticipa en diálogos interdiciplanarios, interreligiosos, interculturales, exponiendo su posición ante los temas a partir de su experiencia Zen.
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AsociacionesPreside diferentes asociaciones que están enfocadas en servicio para contribuir a un mundo equilibrado, entre estas podemos mencionar:
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